Maderas resistentes a los xilófagos



Texto de mi conferencia en el IPHE (primavera de 2013):

Agradezco al Instituto del Patrimonio Histórico Español su invitación a participar en estas interesantes jornadas, y especialmente a Nieves y a Ramón Morales por haber servido de puente para que hoy esté aquí contándoles a ustedes lo que he aprendido sobre maderas resistentes a los xilófagos. Digo lo que he aprendido porque, teniendo en cuenta mi formación de arquitecto, tengo unos conocimientos mínimos de química y no sé nada de entomología. Sin embargo, sí tengo alguna experiencia en el trabajo en madera, tanto desde el punto de vista de la investigación como de la ebanistería práctica.

Por tanto, voy contarles a ustedes la información que he acumulado a lo largo de mi experiencia profesional, sobre todo durante los últimos doce años, en los cuales he ido adquiriendo un cierto bagaje de conocimientos en relación con la madera y su conservación, es decir, con su durabilidad, más casi en lo que se refiere a la ebanistería que a la carpintería de armar. Les expondré cuáles son las maderas que tenemos a nuestro alcance que mejor resisten a los xilófagos de manera natural. Intentaré, al mismo tiempo, explicar el porqué de la resistencia natural que algunas especies presentan ante el ataque de termitas, carcoma o polillas. Esta explicación es mi aprendizaje más reciente, ya que cuando Ramón me propuso participar en estas jornadas, pensé que tenía un enorme interés para mí si, para la ocasión, era capaz de explicar ese porqué, es decir, se trataba de entender qué compuestos son aquellos que repelen a las polillas de la ropa, por poner un ejemplo, en cajones de cómodas.

Por cierto, les he preparado unas bolsas con virutas de tres especies de madera habitualmente consideradas repelentes de insectos, como el cedro del Líbano y el cedro español (Cedrela odorata), así como de thuja o alerce mencionado en la documentación del siglo XVI (Tetraclinis articulata).

En lo que se refiere a investigación, hace un par de años tuve la suerte de dirigir el proyecto de investigación del Plan Nacional sobre la ebanistería en el Monasterio de El escorial. Este proyecto, cuya publicación final aún tenemos pendiente de realizar, fue quizá la circunstancia que me llevó a pensar más en ese tema de maderas resistentes al ataque de xilófagos, o incorruptibles de Indias, expresión utilizada por uno de los secretarios de Felipe II, en el momento en que se procedió a buscar las maderas para los diferentes e importantes conjuntos que aún se conservan en el Monasterio: los armarios y las cajoneras de la Sacristía, la sillería del coro, más bien sillerías y otros elementos de la Iglesia, como armarios de cantorales, y finalmente las librerías de la Biblioteca.

Cajoneras de la sacristía del monasterio de El Escoria (fotografía de Yisel Gómez)
















Experiencias en el curado de madera:

Pero déjenme que antes de nada, les cuente un poco mi propia experiencia en el curado y procesado de madera de calidad. Como afirma James Krenov, ebanista de origen ruso afincado en California, apenas hay hoy madera curada al aire libre; en efecto, casi toda la madera que se utiliza hoy, tanto en carpintería de armar como en ebanistería, procede de hornos de secado. Yo me pregunto por qué, quizá porque el uso popular es que la pieza necesita tantos años de secado como centímetros de grueso tenga, y me pregunto por qué, qué casualidad que la naturaleza nos haya dado este material para que su secado esté relacionado con 1 cm; estoy seguro de que en Inglaterra dirán que el secado requiere un tiempo mínimo de 1 año por pulgada, pero resulta que una pulgada es 2,54 cm. Les puedo garantizar que yo mismo he curado madera de nogal, peral, cerezo, manzano y otras especies en muy breve tiempo, por ejemplo tablones de nogal de 7,5 cm en apenas 6 meses. Se preguntarán qué tiene esto que ver con los insectos. Pues bien, los mejores resultados los he obtenido con madera secada completamente al aire libre, en pilas, con separadores, eso sí, cubierta por una tejadillo de chapa móvil, en la costa de Asturias, un lugar muy húmedo y muy expuesto al viento del norte. Peores resultados he obtenido cuando la misma madera la he curado debajo de un hórreo, que en principio parecería un lugar ideal, aireado y a cubierto de la lluvia. Seguramente, no es un lugar tan ventilado como la pila al aire libre; lo mismo cuando he utilizado otros lugares como solanas o corredores. Recordando estas experiencias, con un peral limpio por completo de bicho, cosa rara como me decía Raúl Agulló, de Maderas Agulló, recuerdo también que al desarmar la pila no observé ningún bicho, salvo alguna araña despistada, aunque la pila estuvo allí, en algún caso, más de dos años sin moverse. Sin embargo, en sólo seis meses, una pila de nogal curada debajo de un corredor en Asturias estaba completamente atacada por, disculpen mi ignorancia, ¿carcoma?, excepto, afortunadamente, las mejores piezas del corazón del árbol, pero podemos decir que un 60 % de la madera presentaba ya signos de infestación. No será casualidad que al desarmar esa misma pila encontrara un gran sapo y un ratón, que, sin duda, estarían ahí mejor que en la otra pila, me refiero a la expuesta al viento del norte. Por tanto, mi conclusión es que mejor es un sitio desapacible, pero eso sí, cubierto, ya que en esas mismas condiciones, algunos maderistas con los que he tenido contacto me han confesado que el nogal “se bichaba”.

De todo esto, se puede concluir que el castaño no se bicha, el nogal alguna vez la albura, pero tampoco si se ha curado en un lugar más bien desapacible, y lo mismo ocurre con el peral.


Maderas incorruptibles según los autores de la antigüedad

Por otros trabajos científicos que he realizado anteriormente, sé por experiencia que se puede encontrar una información preciosa o precisa, como quieran, en autores de la antigüedad, que por medio de la observación, y por la acumulación de una información anterior que desconocemos completamente, llegan a conclusiones que podríamos denominar precientíficas.

Teofrasto, en su historia de las plantas nos dice que “a prueba de pudrición de forma natural son la madera de ciprés, enebro o cedro espinoso, ébano, almez, boj, olivo, acebuche, el abeto resinoso, encina, roble y castaño”.

Según este autor, “entre estas, la que dura más es la de ciprés, la madera de ciprés de Éfeso, de la cual se hicieron las puertas del templo moderno (se refiere al templo de Artemisa, una de las 7 maravillas del mundo, de la que apenas queda en pie una columna, se mantuvieron en pie cuatro generaciones”. Para el autor griego, después estaría la de morera. Pero como afirma Teofrasto, el hecho de que una madera determinada no sea dada a la pudrición depende del propósito para el cual se emplee y las condiciones a las que se someta. Así, el olmo no se pudre si se expone al aire, como tampoco el roble si se entierra o se sumerge en agua, lo mismo que el haya y el castaño (referencia a los hórreos). En efecto, yo que procedo de una familia asturiana, tengo la experiencia directa de que los hórreos no se pudren, siendo sobre todo de castaño.

Es asimismo notable que Teofrasto detectara ya que las cualidades organolépticas pudieran tener algo que ver ya en la preferencia por una u otra especie de madera por los xilófagos, como afirma en el libro V de su Historia de las plantas.


Explicación de la resistencia natural de algunas maderas

Como afirma Bruce Hoadley en su magnífico libro Understanding wood, en la madera recién cortada, la albura es más vulnerable al ataque de hongos que el duramen, en el árbol vivo, sin embargo, hay hongos capaces de atacar el corazón del árbol, sin tocar la madera nueva. Puesto que la madera vieja sólo sirve como soporte del árbol, puede llegar a destruirse completamente hasta hacer que el árbol pierda su estabilidad.

No hay consenso científico sobre la utilidad de la resina en los árboles. Sin embargo, las resinas desempeñan, sin duda, un papel de prevención de daños que ocasionarían un amplio espectro de herbívoros, insectos y otros patógenos. La explicación es que muchas resinas tienen componentes tóxicos, tales como compuestos fenólicos volátiles o hidrocarburos.

En Nueva Orleans, donde ha habido una plaga de termitas, se han hecho experimentos de laboratorio para determinar qué maderas son más resistentes a la infestación de manera natural, como por ejemplo el cedro rojo o el cedro de Alaska.

Mediante un experimento cuidadosamente controlado, Juan Morales-Ramos y Guadalupe Rojas suministraron 30 maderas diferetes a las termitas. Entre las maderas que las termitas evitaron están el ciprés clavo, el cedro de Alaska (madera que se emplea en la construcción de guitarras), el cedro español, la caoba, el sassafras (una Laureceae), y el palo rosa de Honduras y Bolivia. De hecho, la mayoría de estas maderas, al cabo de 3 meses, mataron las termitas, probablemente debido a sustancias químicas tóxicas para las termitas que estaban presentes en la madera de manera natural. Por el contrario, entre las favoritas de las termitas están el abedul, el pino de Paraná, el arce, la pacana y el roble rojo.

¿Cuáles son las sustancias que protegen sobre todo a algunas coníferas de los xilófagos? Los terpenos, una de las mayores clases de productos naturales, que sirven de defensa a muchas especies de plantas, animales y microorganismos contra los depredadores, los patógenos o los competidores.

Los compuestos orgánicos de bajo peso molecular, como los terpenos, se consideraban tradicionalmente como productos naturales derivados de un metabolismo secundario, es decir, como si no tuvieran una función concreta en el organismo, no como la savia, para entendernos. Sólo a partir de los años 70 del siglo XX, se empezó a considerar que algunos terpenos, de los aproximadamente 25 000 que existen en la naturaleza, pudieran tener una función ecológica en las relaciones de tipo antagónico o por el contrario mutualista en las interacciones entre los organismos.

El tejo, por ejemplo, contiene taxol, un potente tóxico, que por otro lado tiene importantes aplicaciones como anticacerígeno.

Por otra parte, muchas especies contienen mezclas complejas de diferentes terpenos, este es el caso de la resina de muchas coníferas, que actúan defensivamente estableciendo sinergias, entre los ácidos diterpénicos y monoterpenos volátiles, que se cree que servirían de disolventes a los ácidos diterpénicos, que son las verdaderas toxinas. Al mismo tiempo, esos ácidos diterpénicos polimerizan en contacto con el oxígeno, sellando las posibles heridas del árbol, de ahí que se hayan utilizado precisamente en la conservación de madera, es decir, en la fabricación de barnices.

¿Por qué son las coníferas los árboles que más han desarrollado evolutivamente la secreción de resina? Hasta aquí no he llegado a una explicación lógica en la literatura científica. Raquel Carreras, de Cuba, experta reconocida en identificación de maderas, me comenta que esto se debería a la presencia de otras sustancias tóxicas, aunque no en forma de resina, en la lignina de maderas frondosas, como ocurre por ejemplo el caso del nogal.

Mi conclusión, algo apresurada, sería que puesto que algunas coníferas no se las comen debido a la presencia de terpenos, porque son más resinosas, sería quizá porque contienen más celulosa, que es principalmente lo que los bichos buscan. Sin embargo, Raquel cree que no es por eso, ya que el 75-80 % de todas las maderas presentan una proporción similar (en peso) entre celulosa y lignina. La verdadera explicación sería que algunos tipos de lignina contienen componentes que son mas tóxicos que otros ( por ejemplo: la pudrición blanda es más común en maderas de frondosas que en las coniferas probablemente por razones de diferencia del tipo de lignina (diferencias en el contenido de metóxilos), y sobre todo los compuestos secundarios que tienen la capacidad de producir determinadas maderas, o cual viene en su código genético y generalmente ocurre en el duramen o corazón porque es allí donde ha ocurrido el metabolismo secundario de las células que convierten los azucares reservados en diferentes tipos de sustancias: alcaloides, ceras, pigmentos, etc.

De las coníferas algunas tienen además de la oleorresina sustancias muy toxicas para xilófagos, fundamentalmente para los hongos como la Thuja plicata (cedro rojo del pacifico), que tiene una bajísima densidad y sin embargo un compuesto bioquímico muy potente llamado THUJAPLICIN, llamado así en honor a la especie.


Maderas de El Escorial

Descripcion del padre Sigüenza:

De suerte, que desde que el Sol sale, hasta que se pone, la alumbra por vna o por otra parte, excepto en las horas del medio dia, que no la ha menester. Es esto grande ayuda para la conseruacion de los libros, porque con el sol y con el ayre no se puede encubrir el daño ni disimularse, ni las polillas ni el poluo gastarlos: cosa de importancia, porque con estos enemigos perecen los libros”.

Como comentábamos anteriormente, Felipe II quiso maderas a prueba de xilófagos, a las que denominaban “incorruptibles”. El texto concreto es este, referencia que se ha repetido hasta la saciedad:

Las sillas del coro de la iglesia principal del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial y cajones de la sacristía y otras cosas que de madera se han de hacer para guarda de los ornamentos de la dicha iglesia parece sería justo se hiciere todo ello de materia que engrandezca valor y riqueza, tuviese correspondencia con las demás cosas de la dicha iglesia, para lo cual podría vuestra magestad mandar se trajesen de la Nueva España o Perú o de otras partes de las Indias, donde hay diversidades de maderas cuasi incorruptibles, para de ellas hacer las dichas sillas y cajones y que esto se hiciese con mucha brevedad, pues la iglesia va ya tan adelante que será necesario ganar tiempo en las demás obras para que a uno se vengan a acabar con la dicha iglesia”.

Gracias por su atención.

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