La calidez de la madera


Cuando se habla de madera, es muy frecuente que salga a relucir la palabra “calidez”. Llama la atención que esta cualidad de la madera tenga un reconocimiento prácticamente universal y cualquiera esté dispuesto a admitir sin dudar que le atrae la madera. Como me dijo una vez mi profesora de tenis, “la madera es guay”.

Desde un punto de vista científico, se puede explicar en parte esa sensación de calidez que relacionamos con la madera por su bajo coeficiente de conductividad térmica, lo que la convierte en un excelente aislante. Pero, sin duda, hay algo más, que puede explicarse quizá en términos de "pensamiento ecológico (ecological thought)", en el sentido expresado por el escritor norteamericano Timothy Morton, según el cual los seres humanos estaríamos conectados con otros seres, ¿quizá con los árboles?, en este caso a través de la madera. Según esto, la ebanistería se podría entender como la disciplina (o el arte) mediante el cual seríamos capaces de recrear objetos (en madera) que tuvieron una existencia anterior y diferente en los árboles, por tanto en la naturaleza.




Tablas casadas de arce rizado

















Como expresó el poeta inglés Percy Shelley, “We want the creative faculty to imagine that which we know (queremos la facultad creativa de imaginar aquello que conocemos)” Percy Shelley, A Defence of Poetry, in Shelley's Poetry and Prose, ed. Donald H. Reiman and Neil Fraistat, (Nueva York: Norton, 2002), pág. 530.

En principio, creer que la pieza de madera nos dirá ella misma en qué objeto debería transformarse (asunto este al que se refiere el ebanista de origen ruso James Krenov, sin duda influido consciente o inconscientemente por Miguel Ángel Buonarotti), sería dotar a esta actividad de cualidades mágicas (o quizá al ebanista), ya que como el mismo Shelley subraya, no podemos pensar en nada que no hayamos percibido. Pero sí parece posible que podamos establecer una conjetura sobre su existencia, por lo que esos conceptos deben incluirse en el catálogo de lo existente. Por lo tanto, las formas de combinar, ensamblar o mezclar piezas de madera, de manera intuitiva y gracias a la experiencia del artesano en cuestión y de las generaciones anteriores de artesanos que le han precedido, pueden establecer soluciones novedosas. En muchos casos, esas soluciones están relacionadas con las soluciones naturales que se encuentran en los árboles (por ejemplo el fenómeno de la ramificación, que puede compararse a muchos ensambles, sobre todo al de caja y espiga).

En lo que se refiere estrictamente a la madera, este tema de la cualidad cálida de la madera lo ha apuntado mejor que nadie, en mi opinión R. Bruce Hoadley, en Understanding Wood (p. 107). En su magnífico libro, este autor reconoce que su trabajo de investigación quedaría incompleto si no reconociera lo que él llama atributos psicológicos de la madera. Según este autor, “la madera tiene, en efecto, valores o poderes que no pueden cuantificarse en términos científicos. Estos aspectos de la madera, sin ser bien comprendidos y ni siquiera explicables (dice Bruce Hoadley), puede que estén entre los más importantes y poderosos. A pesar de la dificultad de describirlos o definirlos, podemos al menos demostrar su verdadera existencia.

Parte de lo que estamos tratando aquí podría denominarse "propiedades sensuales", en las que una íntima relación con nuestros sentidos del tacto, la vista, el oídos, el olfato y el gusto. Estas propiedades incluyen el color, el olor, la resonancia, y otras, y se explican y descifran en parte en términos científicos. Por ejemplo, la referencia en cierto modo emocional a la calidez de la madera es en gran parte la realidad física que la madera se siente cálida al tacto (especialmente cuando se compara con la cerámica y los metales), que entendemos científicamente en término del bajo coeficiente de conductividad térmica de la madera secada. Pero queda ahí un aura de calidez que sugiere algo así como de amistoso.

Al considerar las propiedades psicológicas, no tenemos que esforzarnos por alcanzar ni esperar que haya mucho acuerdo entre la gente. Al contrario que las propiedades físicas e incluso sensitivas, que pueden describirse mediante el lenguaje universal de la ciencia y por tanto transmitirse a otros, las propiedades psicológicas son subjetivas. Un rasgo psicológico puede existir para una persona y carecer por completo de valor para el resto de la humanidad. De manera similar, una pieza concreta de madera puede tener significado que no concierne a otras piezas de la misma especie o incluso del mismo árbol. Por ejemplo, un profundo valor sentimental puede relacionarse con un objeto hecho madera de un árbol familiar o famoso. Los recuerdos hechos de madera nativa de un lugar particular se atesoran debido a los recuerdos que evocan. Si alguna vez ha hecho una cosa de madera tomada de un árbol en particular y se la ha ofrecido como regalo a alguien que tuviera una relación especial con ese árbol o el lugar, sabe qué cosa tan preciosa puede ser. Un apego similar a algo hecho de material sintético es improbable. De toda mi colección de cien o más piezas de madera destinadas a la talla, conozco el lugar exacto y el árbol mismo de que el que procede cada una. Es sumamente importante para el significado y la satisfacción que obtengo de la talla estar familiarizado con las "raíces" de cada pieza de madera.


Creo que el atractivo psicológico de los objetos de madera se desarrolla a través de la interacción de dos elementos que trabajan juntos: la naturaleza y la humanidad. El hecho de que la madera sea un producto directo e inalterado de la naturaleza nos atrae de manera innegable. Por contraste, nos lamentamos de la pérdida de valor estético de los tableros de partículas o en productos como las alfombras de rayón o las hueveras de cartón, todo ello hecho de madera, pero transformado de tal manera a partir del árbol que lo hace irreconocible.

De manera subconsciente, (si no consciente), mucha gente se resiste hoy a ser empujada gradualmente en un ambiente sintético, más y más separada de la naturaleza, y tratan de retener cualquier resquicio posible del mundo natural. La importancia de la madera en la decoración interior y la importancia continuada del cuero, la lana y la piedra hablan claramente del valor estético y psicológico de los materiales naturales.

Estrechamente relacionado con el valor de la madera natural en un objeto es el elemento de desarrollo humano. La madera se utilizó originalmente debido a que era el material más apropiado, disponible y lógico para satisfacer las necesidades funcionales, pero junto con la destreza de producción se desarrolló un alto nivel de creatividad artística y aprecio estético. El hecho de que la producción de artículos a gran escala haya perdido mucha de este sensibilidad es una de las razones por las que la madera de verdad, sobre todo cuando se ha ejecutado a mano, sigue llena de significado.

No es fácil analizar o entender el valor de trabajar la madera a mano, ni de los productos hechos de esta forma. Algunas personas quieren información sobre la madera para ser mejores técnicos, lo mejor para satisfacer algunas de sus necesidades de artículos ellos mismos - el punto de vista de "hágalo usted mismo y ahorre". Pero creo que exactamente igual que mucha gente se dedica a la carpintería al principio con un interés por el material en sí, antes que una necesidad o un deseo de sacar algo de él. Por supuesto, mucha gente empieza como técnico y al "descubrir" la madera se convierten en devotos artesanos. (Hasta aquí las palabras de Bruce Hoadley).

Poco más cabe añadir sobre esta cuestión. Sólo completaré este tema con un pequeño apunte sobre el cuero, material natural que no se ha superado en absoluto. Sobre mi experiencia personal con la madera, el lector ya habrá comprendido que mi caso fue exactamente el que describe Bruce Hoadley: empecé por una cuestión técnica, y me enamoré del material, pero lo más curioso de todo es que apenas antes de haber tocado una tabla, tenía la certeza de que eso iba a ocurrir así. ¿Por qué lo sabía? Realmente hay algo que no podemos explicar en todo esto, como afirma Bruce Hoadley, porque ¿quién podría explicar un árbol?

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